Alegría inmensa fue la de Humberto Castro cuando cosechó hace unas semanas sus primeras trufas en Choele Choel, en Río Negro. Estos hongos se convirtieron en los primeros de su tipo producidos en la patagonia argentina. Humberto y su esposa esperaron 8 años para ver los resultados, pero el esfuerzo valió la pena. “Yo conocía […]
Alegría inmensa fue la de Humberto Castro cuando cosechó hace unas semanas sus primeras trufas en Choele Choel, en Río Negro. Estos hongos se convirtieron en los primeros de su tipo producidos en la patagonia argentina. Humberto y su esposa esperaron 8 años para ver los resultados, pero el esfuerzo valió la pena.
“Yo conocía la trufa sólo por su nombre. En un programa de cocina apareció alguien con una trufa negra, y noté que se estaba probando su cultivo en Buenos Aires. Eso despertó mi curiosidad. Pero como a veces las cosas pasan por algo, una vez socorrí a un ingeniero forestal al que se le rompió la camioneta en cercanías a nuestra finca. Lo socorrí, le di un desayuno y antes de volver a su ruta, me preguntó si nunca habíamos pensado con mi familia en implantar trufas, porque en agradecimiento por haberlo atendido, nos dijo que nos mandaría 2 o 3 plantitas vía Chile”, relató Castro a Bichos de Campo.
Castro explicó que el ingeniero forestal al cual socorrió le describió que “se trataba de árboles micorrizados, tratados con las esporas o micorrizas de trufas, los cuales se plantan y a los años producen y se venden. Son caros, y por algo se los conoce como el ´diamante negro´ de la cocina. La cuestión es que esas plantas que me mandó me incentivaron a comprar más, y como son caras, porque cuestan cerca de 22 dólares cada una, empezamos a financiar la compra con la venta de cerezas, avellanas y nueces”.
Humberto recordó que “tuvimos que poner mucha espera y hacer un trabajo muy minucioso, cuidando que el hongo recoja el bicarbonato de calcio que necesita, debido a que es originario de suelos calcáreos y zonas alpinas, a 600 metros a nivel del mar, como el norte de Italia, oeste de Francia y este de España. En Choele Choel lo estamos plantando a 170 metros a nivel del mar y a orillas de una laguna. Muchos factores que podían hacer que el resultado no fuera positivo”.
Pero finalmente triunfó la familia Castro. A pesar de eso, el productor remarcó: “En la vida siempre hay que tener dos opciones. La opción A era que salieran trufas, y la opción B es que si no salían las trufas esperadas, terminaría teniendo un hermoso parque de robles y encinas. Con esto quiero decir que no era mi intención llenarme de plata con la trufa. Por eso, cuando encontré la primera trufa, lloré de emoción, por saber que fue la primera trufa de la patagonia argentina”.
Castro describió con emoción: “Tengo 71 años, y con sólo 5 hectáreas, siento que voy a quedar en la historia de la patagonia por ser el que pudo cosechar las primeras trufas en el sur argentino. Y te cuento que con todo lo que producimos nos decían que sería complicado. Y hoy por ejemplo, estamos exportando cerezas a China. Producimos avellanas y almendras, y salen, cuando decían que mejores suelos eran los de San Juan o Mendoza. Por eso siento que fui medio loco y visionario por apostar a estos suelos del sur. Los locos hacen camino y los cuerdos los caminan”.
Al respecto de la primera exportación de trufas que salió de Chillar, Buenos Aires, Humberto manifestó que “es una muy buena noticia que se hayan exportado los primeros 10 kilos a Italia, pero no hay comparación con nuestro caso. Ellos tienen 80 hectáreas o 24.000 plantas, mientras que yo sólo tengo 120 plantas. El ingeniero que me compra las trufas que coseché, tiene un vivero en el partido bonaerense Coronel Suárez. Acá sólo cosechamos dos kilos, con un precio que ronda los 1.000 dólares el kilo”.
Fuente: Bichos de Campo